Misael N., un joven de 22 años, fue brutalmente agredido este miércoles en Tehuacán por dos sujetos mientras vendía fruta en la vía pública. Horas después, en la madrugada del jueves, cientos de personas —convocadas mediante redes sociales— llegaron al domicilio de los presuntos agresores (identificados como familiares de un expresidente municipal), incendiaron su casa, automóvil y negocio, y estuvieron a punto de lincharlos. La Guardia Nacional y policías municipales rescataron a una mujer atrapada en el inmueble. El estado de salud de Misael sigue sin ser oficialmente reportado.
Análisis jurídico-social:
1. Autotutela vs. Estado de Derecho:
- Este caso refleja el colapso de la confianza en las instituciones. La ciudadanía, hastiada de abusos y la percepción de impunidad (especialmente cuando hay vínculos políticos), recurre a la justicia por mano propia.
- Jurídicamente, la autotutela no está permitida, pero su escalada (como en Tehuacán o las protestas en Baja California) evidencia un vacío: la ley no protege, el pueblo reacciona.
2. El poder de las redes sociales:
- La movilización masiva se organizó mediante un grupo de WhatsApp, sin estructura formal. Esto confirma que la capacidad de convocatoria ciudadana ya no depende de liderazgos tradicionales, sino de virales digitales.
- En un contexto de indignación, plataformas como Facebook o WhatsApp son armas de doble filo: pueden ser herramientas de protesta pacífica (como la "carnita asada" en BC) o detonantes de violencia (como aquí).
3. Advertencia a las autoridades:
- El mensaje es claro: la gente está harta. Cuando el sistema falla en castigar abusos —especialmente si los agresores tienen influencia—, las redes sociales canalizan esa rabia en segundos.
- Gobiernos y ministerios públicos deben tomar nota: la impunidad ya tiene un contrapeso peligroso. O actúan con transparencia y velocidad, o enfrentarán más casos como este, donde la multitud dicta sentencia.
¿Hacia dónde vamos?
Mientras las redes sociales empoderan a la ciudadanía, el Estado debe elegir: ¿refuerza el acceso a la justicia o normaliza la violencia como único recurso? Por ahora, Tehuacán es otro recordatorio de que el pueblo tiene un límite.
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